Ona Negra levantó su persiana en octubre de 2021, cuando la pandemia todavía era la protagonista de nuestras vidas. Es muy probable que ese tiempo en el que todos paramos fuera el culpable de la existencia de Ona.

Tras más de 10 años trabajando por cuenta ajena en el mundo del retail para  grandes empresas, decidí dar un giro a mi vida personal y profesional para acercarme a mis valores y prioridades. Puede parecer una pequeñez, pero para mí, poder ir cada día a trabajar andando o en bicicleta es un gran privilegio. Estar cerca de mi familia, de mis amigos, de mis raíces, tomar mis propias decisiones y ver cómo cada una de ellas da forma a un proyecto que evoluciona con cada paso, es algo que valoro profundamente. Me equivoco, aprendo, crezco, pero todo ello a mi ritmo. Y aunque mi pasión por el calzado fue el detonante de Ona, mucho más importante fue mi amor por el comercio con alma, con identidad y con un mimo absoluto por cada detalle.

Ona comenzó como un juego en una hoja de Excel, una fantasía de emprendedora que imaginaba su tienda en una calle bonita, en un barrio con vida, gestionando un negocio moderno pero con la esencia del comercio de toda la vida. Soñaba con crear un espacio donde encontrar productos especiales, una marca con personalidad, con un ambiente acogedor. Y de repente, aquí estamos.